A veces me despierto y mi primer pensamiento es que no dormí lo suficiente.
Luego me siento a planificar mi día y mi lista de tareas pendientes pienso que no tengo suficiente tiempo para hacer todo lo que quiero.
Muchas veces en automático y sin querer, estamos viviendo con el chip de escasez de que “nunca es suficiente” la sensación de que “falta algo más para…. (accionar)”.
Karina Petrovich
Nos pasamos la vida calculando cuánto tenemos, cuánto queremos y cuánto no tenemos.
Y comparamos esto con lo que todos los demás tienen o hacen (o con las visiones de la perfección que recibimos de las redes sociales), un “ciclo terrorífico” que siempre termina con la misma conclusión: nos falta.
Nunca tenemos suficiente. Nunca somos suficiente.
Y la solución a eso y las consecuencias de eso es: la gratitud.